miércoles, 21 de junio de 2017

Ignacio de Loyola, por desgracia sólo para unos pocos

Son tantas las veces que las expectativas nos llevan a desengaños, malos tragos y decepciones... Y sin embargo, qué difícil es frenarlas.
Otras veces en cambio, por grandes que sean, acaban superándose con creces y se te queda el alma "de esponjita"... Esto último me ocurrió ayer por la tarde.
Era una historia conocida, un personaje casi de la familia entre oídas y leídas, pero la magia del cine es otra cosa muy diferente.
Un puñado de gente, una tarde cualquiera, una sala enorme prácticamente vacía, compañía casi de familia, podía ser ya motivo para pasar un rato agradable. El único temor era ese, que, siendo la historia conocida, pudiera más bien decepcionar. Había leído alguna cosa sobre ella, pero me preguntaba ¿en qué se habrían centrado más, en el caballero, en el pecador, en el santo? ¿Sería un enfoque ñoño?
Era curioso que en el título ya habían prescindido de adornos.
Yo, que soy poco detallista al visualizar las historias, no conseguía, además, darle un contexto concreto en mi mente.
En cambio, verlo, tenerle ahí cara a cara, en la gran pantalla que tanto sugiere, ponerle imagen y sonido a tantas anécdotas aprendidas, sufrir, no por lo que fuese a ocurrir, pues ya lo sabía, si no por ver si respetaban la historia tal como yo la esperaba,...y que finalmente superase, y con creces, mi posible imaginación, hizo que me fuese metiendo minuto a minuto en la trama, las escenas, la vida, de tal forma que todavía no paro de sorprenderme.
Conocer su vida puede ser una gran ayuda para llegar a Él, hacerlo de la mano de esta película un  gran placer.
Recomendadísima queda, y sin duda para ver más veces. Aunque le pongo dos pegas.
Una, de humor, el olvido de aquello de que era bajito, calvo, un poco cojo y con ojos de risa. En todo lo demás muy logrado, pero se ve que les daría lástima quitarle la gran melena, jeje.
La otra pega sí es una gran pena que me queda. Me parece una película tan estupenda que es una tremenda lástima que no pueda llegar a todos aquellos que, igual ni por el nombre, les suena Ignacio de Loyola, no ya porque no es una "película comercial", como dicen, si no porque sólo la proyectan en un cine que no es apto para todos los bolsillos. Sin duda, para mí han merecido la pena los 8,20€, a pesar de mis muchas reticencias iniciales. Para muchos, por desgracia, ni siquiera será una opción, aún teniendo algún interés, mucho menos para los que si acaso tengan una mínima curiosidad.
Ojalá, con los años al menos, llegue a mucha gente de una forma u otra, aunque sea a través de la piratería. No es que la defienda, pero en momentos como este, perdiéndose algo tan valioso, casi la comprendo...





jueves, 8 de junio de 2017

Culpando al sistema

Desde pequeña he oído eso de que es bueno que haya niños a los que echar la culpa. Es mucho más fácil echar la culpa a los demás y acabar creyéndose esa mentira que reconocer nuestra responsabilidad. Y si además se trata de un ente abstracto, y yo diría incluso vacío, como el sistema, ¡cuánto más fácil!
Leía hace un rato algo así como "¿qué sistema hemos creado que da ganas de llorar en lugar de ganas de aprender?". Y, claro, lo fácil es quedarse con "el sistema". Igual son más de los que me imagino los que se han quedado con la otra parte, con el "hemos creado".
Pero me pregunto si serán muchos los que se plantean qué gran mentira nos hemos formado y nos repetimos hasta aburrirnos impidiéndonos dudar de ella.
Parece como si el mundo se acabase si no apruebas tal o cual examen, si no entras en tal o cual carrera, si no logras tal o cual trabajo.
Parece que no hubiera vida más allá de las expectativas que nos hemos, o nos han, creado. Parece que la vocación es poco menos que un sello que te obliga a hacer sí o sí tal o cual cosa y si no lo consigues tu existencia ya no tiene sentido.
Bueno y ya repetir o "perder" un año mejor ni mencionarlo pues poco menos que se colapsa el universo.
Y no puedo más que sentir una vez más tristeza, ajena, y hasta lástima.
Que un no creyente viva esta vida como si no hubiese otra, todavía.
Pero que además nos empeñemos en no vivir ni siquiera esta vida porque no se acerca a nuestros ideales fabricados... pues eso, ...será culpa del sistema.
Y me da lástima porque son errores que no se pueden ver si no a la larga, cuando las hernias espirituales de tanto esforzarse, de tanto empujarle al mundo, al tiempo, al día a día, a la rutina, para que se muevan al ritmo de nuestros intereses, están ya tan enquistadas que difícilmente son recuperables.
Llega entonces el tiempo de los spas, de las meditaciones, de los gimnasios, tratamientos de belleza, etc., etc., etc., que disimulen el paso, y el peso, del tiempo.
No deja de ser un negocio.
Nos amargamos a nosotros mismos con fantasías alejadas de nuestra realidad más natural, más auténtica, impidiendo que nos aceptemos y amemos como somos.
Nos hacemos inadaptados voluntariosos que luchan a fuerza de fuerza por cambiar en pos de esas fantasías.
Y cuando estamos molidos, cansados, agotados, abrumados, perdidos, nos vendemos esas tantas soluciones para lograr la felicidad que durante toda la vida nos hemos empeñado en alejar o hasta esconder.
Pues sí, va a tener razón esa frase. Hemos creado un sistema realmente absurdo.
Aunque más bien me pregunto ¿no somos nosotros los absurdos al pretender que nuestra vida la marque un sistema? Y lo que es peor, si el sistema es tan malo y absurdo ¿no tiene sentido ser entonces y realmente antisistemas?
Uy, eso me pasa por leer...acabo sonando podemita...