Si se echa una ojeada por Internet, aparecen algo así como 100 aproximadamente, aún cuando las básicas puedan resumirse en 4 ó 5. Hablo de las tan importantes, temidas, necesarias, controladoras, manipuladoras a veces, odiosas otras, imprescindibles, vitales, arraigadas, fugaces y volátiles en otras ocasiones, y un sinfín de calificativos, que casi las supera en número,... las emociones.
Sin ellas no podríamos vivir. Pero es que a veces son ellas las que hacen tan, tan difícil este caminar que es la vida. O las controlas o te controlan. ¿O no es más bien nuestra vida el resultado de cómo se comportan ellas en sí mismas?
Son reflexiones que me surgen a raíz de la divertida película de Pixar.
La maduración emocional no puede darse sin unos recuerdos esenciales. De ahí la lucha incansable para que estos no se pierdan. Todo se puede tambalear, cambiar, o incluso destruirse, sin embargo tendrá solución, se podrá reconstruir y si no reemplazar. Los recuerdos esenciales no. Las bases emocionales de esa "urdimbre afectiva" de la que hablaba Rof Carballo son la esencia de la persona y su personalidad solo tendrá arraigo, fuerza, vida, a partir de esas experiencias básicas y claves en el desarrollo de la persona. La experiencia más básica: el amor.
Desde ahí todo crece, cambia, madura, o se entorpece, se distorsiona, se anquilosa.
El error, el engaño, pensar que el optimismo, la incansable alegría, pueden estar siempre dirigiendo, controlando y organizando.
La moraleja: cada emoción tiene su función, su papel, su importancia. Incluso la tristeza, el desánimo o la pereza, a las que de primeras con gran gusto arrojaríamos al precipicio del olvido definitivo.
Al final la personalidad cambia, parece destruirse la que ya teníamos fraguada. En otros casos se puede consolidar, o bien crearse una nueva adaptada a cada una de las situaciones que la vida va presentando. Y se da la maduración. Y es el final feliz.
Cuando este no ocurre, cuando los recuerdos esenciales se borran, o simplemente no existen, la persona puede perderse a la deriva por una desconexión de su propio yo que ni siquiera entiende ni controla. Son muchas las personas amargadas, desorientadas, rotas, que viven la vida como buenamente pueden hacerlo, a pesar de ser miradas por encima del hombro por esas otras muchas que sí parecen tener un norte (que no significa que realmente lo tengan) o que no han naufragado aún en el mar de las emociones.
Del terremoto emocional nadie se libra, eso sí que está claro. Sean 5 o sean 100 los protagonistas.
La alegría se vuelve también ilusión y esperanza, la tristeza es melancolía y nostalgia al mismo tiempo, además de pereza. El miedo es prevención, precaución, responsabilidad. La ira es indignación, rencor, rabia,...Y el asco es más bien en ocasiones ironía, sarcasmo, coquetería, vanidad, arrogancia...
Y si a todo esto le sumamos la infinidad de recuerdos que vamos albergando, los infinitos otros que olvidamos y que como mucho regresan de forma pasajera como recuerdos de recuerdos, y los otros tantos que nos gustaría olvidar antes incluso de tiempo...
Sí, al final dentro de nosotros hay tal cantidad de protagonistas que no es extraño que se creen esas batallas campales que tan descolocados, agotados y perdidos nos dejan en ocasiones.
Y cada cual con su función y su importancia...
Y si a cada una de esas vidas le unimos la relación con otras muchas que funcionan de forma igual de compleja...las aventuras se multiplican...y las batallas...
No deja de maravillarme tanta perfección imperfecta...