¡Cuánto quisiera entrar y caer de lleno en la rutina del cariño!
Esas sonrisas que salen espontáneas porque el corazón está tan inmerso en calma que ni tiempo tiene para rebuscar otro pensamiento que no sea un benevolente deseo.
Esa mirada que parece ausente y que solo contempla con ternura su entorno.
Esa inquietud que brota y se entrecruza con el temor contenido, pero que el cariño poco a poco va barriendo.
Esa ausencia de discordia interior que parece envenenar el alma.
Esa ausencia de tristezas hondas y duras que parecen envejecer la esperanza.
Esos suspiros que no suenan ya a melancolía sino a deseo constante y presente.
Ese anhelo de contagio y no de revanchas.
Esa dulzura que en tu propio interior te sorprende.
Qué distinto a esas rutinas angustiosas, de incertidumbre, de pocas ganas, de desánimo.
Poco parece el cambio, mucha la diferencia. Poco parece el esfuerzo, mucho el valor que no se aprecia, porque en el fondo no se entiende.
Puedes luchar y luchar, puedes querer y querer, pero no deja de ser voluntarismo ingenuo.
Puedes repetir y repetirte que es cuestión de tiempo, de rutina, de convencimiento, y al final las agujas del reloj volverán al mismo sitio.
Puedes desear y desear, anhelar, suspirar y querer con toda el alma, hasta desesperarte, pero perseverando en el deseo...sí, al final llega... y solo ese cariño se puede volver auténtico motor del alma...
Ojalá pronto se vuelva rutina...
Esas sonrisas que salen espontáneas porque el corazón está tan inmerso en calma que ni tiempo tiene para rebuscar otro pensamiento que no sea un benevolente deseo.
Esa mirada que parece ausente y que solo contempla con ternura su entorno.
Esa inquietud que brota y se entrecruza con el temor contenido, pero que el cariño poco a poco va barriendo.
Esa ausencia de discordia interior que parece envenenar el alma.
Esa ausencia de tristezas hondas y duras que parecen envejecer la esperanza.
Esos suspiros que no suenan ya a melancolía sino a deseo constante y presente.
Ese anhelo de contagio y no de revanchas.
Esa dulzura que en tu propio interior te sorprende.
Qué distinto a esas rutinas angustiosas, de incertidumbre, de pocas ganas, de desánimo.
Poco parece el cambio, mucha la diferencia. Poco parece el esfuerzo, mucho el valor que no se aprecia, porque en el fondo no se entiende.
Puedes luchar y luchar, puedes querer y querer, pero no deja de ser voluntarismo ingenuo.
Puedes repetir y repetirte que es cuestión de tiempo, de rutina, de convencimiento, y al final las agujas del reloj volverán al mismo sitio.
Puedes desear y desear, anhelar, suspirar y querer con toda el alma, hasta desesperarte, pero perseverando en el deseo...sí, al final llega... y solo ese cariño se puede volver auténtico motor del alma...
Ojalá pronto se vuelva rutina...