miércoles, 24 de mayo de 2017

Maestros de un universo paralelo

Son de esos momentos en los que millones de cosas a la vez me cruzan, aparentemente desconectadas, por la mente. Y son de esos momentos en los que echaría de menos esa "nothing box" masculina tan inimaginable para mí. 
Pero al final, no dejo de ser yo, de seguir esas miles de conexiones por segundo y, finalmente encontrarles un posible sentido. 
Recuerdo especialmente a aquellos profesores que tuve y por los que tengo claro que si fui buena alumna fue gracias a ellos. En lo que no lo fui, fue responsabilidad mía. 
Qué diferente es percibido esto hoy en día. No sé si es más injusto o no. Sé que me es muy extraño.
Como me es tan tan extraño este mundo, loco quizá, que hemos construido. 
Veo a los niños "aparcados" desde los 3 años en los colegios, "condenados" a vivir así ya de por vida prácticamente. Es lo normal para poder vivir en sociedad, nos decimos muy convencidos. Para poder trabajar, para poder viajar para conocer mundo, salir, entrar y disfrutar, ir al gimnasio, tener una casa, una hipoteca posiblemente, y a Dios gracias, y hasta un perro, y niños... a los que llevar al colegio con 3 años para que vuelvan a repetir la cadena... 
Y por supuesto eso es una vida plena y feliz. (Ya si te toca alguna desgracia o enfermedad es mala suerte y sobrevivirás como puedas).
Y cuando hasta nerviosa me pongo viendo esas avalanchas a diario de padres y niños en los colegios, con las respectivas colas de coches, malos gestos y casi hasta empujones...cuando resulta que no me gustan los perros, ni los gimnasios, ni viajar, ni tener hipoteca, en un mundo que va a una velocidad mecánica e impulsiva... y me acabo topando con que hemos criado jóvenes capaces no ya saltarse un paso de peatones con el coche, si no de bajarse y dar un puñetazo a un anciano, porque le reprocha lo mal que lo ha hecho, causándole la muerte con la caída mientras el joven sale huyendo impasible con su coche...además de que se me caen las lágrimas, no puedo pensar más que me he equivocado de rumbo, de vida, de planeta y de universo...si es que en algún momento hubiera tenido la oportunidad de poder elegir.
¿Qué estamos haciendo? ¿Qué nos estamos dejando hacer?
Y forzosamente vuelvo a mis maestros. Aquellos que sabían ponerse en la piel de cada autor que me explicaban, hasta el punto de hacerme dudar de cuál era realmente la posición que defendían porque de todas parecían estar impregnados y a todas les hacían una crítica. 
No sé que habrá sido de aquel gran hombre, Eleuterio, si aún caminará por estas sendas o disfrutará ya de las eternas. Esté donde esté, mi recuerdo y agradecimiento. 
No sé si lo hago mejor o no, pero sí sé que gracias a él, y a otros tantos, puedo cuestionarme a mí misma, puedo poner en duda cualquier cosa en la que creo y puedo resistirme a una felicidad de mercado, de cadena de montaje y de manual de instrucciones, cuya maldición te perseguirá si no cumples fielmente. 
Me resisto a pensar la facilidad con la que se pueden manipular las mentes desde la tierna infancia y bajo la supuesta bandera de la educación, sea del tipo que sea. 
Mi lucha no es otra que cuestionarme y poder transmitir la importancia de poner en duda hasta el camino por el que circulas, hasta lo que te estoy cuestionando. 
Seguro que es una locura...seguro que moriré en el intento...que la cosecha, tras muchos años sembrando, como mucho dará un manojito de hierbabuena para el puchero. Aún así merecerá la pena. Muchos me han precedido y me han servido de ejemplo. Por ellos, gracias. 

martes, 23 de mayo de 2017

De san Pablo a Nietzsche

No dejan de maravillarme, y descolocarme también, los entresijos de la mente y el corazón humanos, porque supongo que todos funcionan más o menos igual, ¿no?
Hasta eso ya se me pone en duda.
¿Por qué me resulta tan fácil hacer lo que no quiero y sin embargo lo que de verdad quisiera se me hace imposible?
Supongo que en el fondo está el querer sin querer de esa especie de mala uva (la llaman pecado original) inherente que, a poco que nos descuidemos, nos puede acabar corroyendo.
Me gustaría entender, entender esas mentes tan ocultas que hacen lo contrario a lo que el sentido común y la lógica esperarían. Sin embargo, no consigo entenderlas. Y me sorprendo, y hasta me espanto, puesto que también en mí esas extrañas combinaciones las he observado. Y aún así no entiendo.
Me gustaría esperar, no juzgar, no usar la lógica fría y clara en cuestiones donde el corazón no debería mandar, pero manda. Y es el mío el que se deja llevar, en una mezcla absurda, de juicios, cábalas, sensatez supuesta, y emociones tales como la rabia, por no sucederse las cuentas como yo quisiera.
Y acabo en San Pablo, no haciendo el bien que quiero sino el mal que aborrezco. Y hasta en Nietzsche al reconocer, aunque me pese tantas veces, que la vida no entiende de simples cálculos y las acciones no se reducen ni siquiera a complejas fórmulas matemáticas.
Mira que lo sé, que la voluntad pesa tanto más que la razón cuanto más pretende ser razonable.
Que los anhelos, miedos y deseos bordan cada uno de nuestros pensamientos más lúcidos.
Que engañarse es más fácil que asumir cualquier verdad que no sea propia, por nítida que sea.
Que siempre hay intereses profundos que nunca sabremos, y quizá ni derecho tengo a pensarlos siquiera.
Que si es fácil caer en los juicios incluso habiendo sido víctima, cuánto más si sólo te crees abogado o juez.
Que la ceguera se aumenta por segundos cuando te empeñas en que los ciegos son los otros.
Que la pasión casi nunca, por aquello de ser prudentes, es buena consejera.
Y aún así...no dejo de ser una ciega más...y no deja de darme mucha, mucha pena...

martes, 16 de mayo de 2017

Sierva inútil...y ciega

Igual es cierto eso de que una coherencia sin incoherencias no es coherencia realmente.
Y me resuena a aquello de que una vida no es vida si un dolor no ha costado.
Y entiendes, cuando llevas unos cuantos dolores, a aquellos tantos que, con su espalda doblada de dolores acumulados, añoran la marcha y la descarga, entienden la vida como una carga cumplida, pero ya cansada y deseosa del justo premio merecido.
Y resulta, una vez más, que los premios no dejan de ser ficticias invenciones nuestras por lo difícil que nos resulta asimilar que no hay primeros puestos, ni plateas, ni gallineros, y, por supuesto, que la entrada es gratis...
¡Cuántos no se borrarían de un plumazo si se dieran cuenta!
Estoy convencida de que muchos, pero realmente me produce pena.
No dejamos de ser ciegos llenos de contradicciones que, sin ver la puerta a la que nos han llevado de la mano, nos empeñamos en ponerle precio.
Cómo si no fuéramos siervos inútiles, que ni nuestra tarea llevamos cuerdamente a cabo, nos pretendemos postular como administradores idóneos para las que ni sospechamos.
Y nos ponemos en la cabeza de la fila.
Y la vida se empeña en romperla y dejar entrar antes a los últimos.
Como si un resorte extraño funcionase de forma tan tan distinta que saltara al contrario de nuestras maneras.
Y no sé qué es peor, si vivir sin verlo...o verlo y no poder vivir de otro modo que deje de seguir a tanto ciego...



Eligiendo tu voz

Cuántas no son las veces que gustosa cedería a la flojera, a la pereza y a las ganas, para así poder decir que no soy libre, para así poder escudarme de las consecuencias...aunque sólo sea de no cumplir momentáneamente la tarea que me había impuesto...
Pero al final, hasta de las ganas y de la pereza huyes, porque incluso dejando que sean ellas las que tomen las riendas, eres tú quien se las estás entregando...
Y lo mismo con tantas otras cosas, con aquellos valores que oyes predicar aparentemente en el vacío, o aquellos otros reclamos que te pretenden martillear y derrotar con insistencia cansina.
Hay veces que quizá te pueden, te traspasan y, cuando menos, te dan dolor de cabeza.
Hay otras que directamente te chirrían tanto que te suena tan a chino que no sabes si seguir tomándolo en cuenta.
Pero no dejas de ser tú quién verdaderamente deje entrar en tu alma, en tus adentros, en tu parte más honda, más privada, todo aquello que trata de colarse. Porque lo que se cuela al final se delata. Pero lo que tú dejas, lo que tú eliges asintiendo con el corazón, es lo que acaba formando parte de ti, de esa voz que reconoces tarde o temprano.
La libertad de los hijos de Dios, ¡qué cosa más hermosa!
Y lo mejor es que aunque se intente avasallar no se destruye.
Y, a modo de riachuelo, acaba saliendo a flote.
Queramos o no, la conciencia es lo más sagrado e inalcanzable que tenemos.
Existe el peligro de dañarla, manipularla, herirla, y hasta de querer matarla...pues sí.
Pero no deja de ser ese hueco, humilde, hogareño, esa llamita frágil que acaba resistiendo cualquier vendaval, ese trono que Se ha elegido entre tantos posibles...