martes, 22 de septiembre de 2015

Quejas

A veces pienso, o me pregunto, si tanta oposición a la queja, al desánimo, no es otra cosa que una tapadera frente a una profunda insatisfacción. ¿Qué puede afectarme a mí, si mis cimientos están bien fundamentados, que otra persona se queje, se desanime, proteste o patalee? A lo más sentiré pena si me parece irreal, solidaridad si lo comparto, empatía si trato de entenderlo, entrega si trato de ser apoyo...pero ¿por qué habré yo de desanimarme o verme inmersa en esa queja si no es mía o no estoy insatisfecha?
Pero ¿insatisfacción con qué? Pues no sé, quizá con la propia vida, con la propia forma de ser, con los propios temores, con los seres queridos, con las propias limitaciones, con el pasado, con el presente, con todo a la vez y de forma inconsciente, con la propia insatisfacción, a saber...supongo que esto es como los gustos y los colores...
Tampoco es esto una crítica, tan solo un intento de comprender cuán grande es la insatisfacción en el mundo que me rodea cuando por todas partes poco menos que si se pudiera se haría boicot a toda persona "quejica", en lugar de acogerla, abrazarla y mimarla para darle nuevos horizontes y motivos que quizá no tenga.
Y, sin embargo, al mismo tiempo pienso en ti (querías verte reflejado y no sé si esta vez te reconozcas...) y me pregunto si simplemente eso es suficiente. ¿Cuántas veces nuestra forma de acoger, abrazar y mimar no se corresponden con las formas en que la otra persona espera ser acogida, abrazada y mimada? ¿Cuántas veces nuestras acogidas no son simples llamadas de atención, peticiones que al no ser respondidas quedan en el aire, nuestros abrazos no son achuchones erráticos que hieren más que agradan, y nuestros mimos no dejan más indiferentes que cercanos?
Y no se me ocurre otra cosa que intentar, intentar estar, intentar ser.
Y esperar... a recibir esa petición, esa llamada, que igual nunca llega, pero a la que no tenemos, no tengo, derecho a forzar ni a juzgar en caso de que nunca llegue.
Igual yo sí me merezco ese juicio, igual yo no parezco estar a la altura, pero soy de la mejor manera que creo poder ser, y pretendo acoger aún cuando no lo consiga.
No me espantan las insatisfacciones de nadie, creo que nunca, o muy pocas, lo han hecho, y por eso no las rehúyo, y trato de estimarlas, apreciarlas y amarlas más incluso que a las mías propias, que ya quisiera no tenerlas...quién sabe, algún día...continúa el deseo...

Caos...determinado

Cuando te rondan mil ideas en la cabeza, la sensación de mil cosas pendientes, mil sentimientos encontrados y mil temas a la vez danzando y saltando de uno en otro, sin que ninguno acabe de dejar que fije del todo la mente en ello. Y también decenas de personas a la vez pasando por tu memoria... ¿Qué mejor definición de caos? Y no porque suponga descontrol, ni desastre, ni desesperación, para nada. De fondo la calma, un poco tensa eso sí, que sosiega y hace ver que a todo no se llega y que tampoco hace demasiada falta, porque el mundo sigue girando, incluso aunque no quisieras.
Deseos encontrados, anhelos diferentes y simultáneos, preocupaciones tan dispares y sin respuesta que al fin y al cabo ni siquiera decides.
Estar y no estar, querer y no poder, aquí y allí, acción y pereza, entrega y reserva, trabajo y flojera, y una gran amalgama de temas al mismo tiempo: política, deporte, alimentación, moda, salud, justicia, zancadillas que se vuelven providenciales...pudiéndose a su vez rellenar cada cual con miles de imágenes, sensaciones y hasta noticias diferentes....
Ay las dichosas sensaciones...¡qué bien saben disfrazarse y descontrolar cualquier atisbo de serenidad!
Pero resulta que en física hasta el caos tiene fundamentos de determinación... ¡cómo podría ser de otro modo si no!... y que sea...
Seguimos con los deseos...

sábado, 12 de septiembre de 2015

Recordando las tres maneras...

Cuando se dan situaciones en las que te minusvaloran, ridiculizan, ignoran o directamente ningunean, lo que más cuesta es recordar precisamente las tres maneras de humildad. Yo creo que hasta desearlas se hace cuesta arriba.
Y sin embargo haberlas oído y creído en el alma hace que no olvides ni dudes de que es el único y auténtico camino a la felicidad, y no esos vanos caminos del esfuerzo ascético que a lo único que llevan es a la autocomplacencia.
Pero también es cierto que, si bien el alma se estremece y hace esponjita cuando descubres esa maravilla, cuando toca vivirlas en medio de la multitud que ni las valora ni conoce, o cuando tus cábalas no cuadran con lo que la vida decide, o cuando el control que de algo deseas se esfuma, ya no es tan agradable ni fácil, ni el deseo se mantiene tan vivamente.
No queda entonces más que desear mantener ese deseo, que es sincero pero que sientes tambalear.
Si es que va de deseos. No hay de otra. Algo aparentemente fácil.
Ciertamente esforzarse, por mucho que sea, quizá puede conseguir que te tomen por vano y loco, pero lo que no va a lograr es que ese ser motivo de burlas, calumnias, oprobios y desprecios, te dé paz en el corazón y entrañas de misericordia y amor.
Y menos cuando a tu alrededor lo más que se puede desear es parecerse a Cristo en lo bueno, en lo generoso, y obedecerle y poco más. Eso de querer imitarlo en su vida y su sufrimiento, ya no es tan "normal" ni tan agradable.
Nadie dice que sea fácil, menos cuando lo que mola más es destacar y que te den palmaditas y te admiren.
A Él no se lo hicieron.
San Ignacio nos lo recuerda. Nos queda pues el deseo...y gracias