A veces pienso, o me pregunto, si tanta oposición a la queja, al desánimo, no es otra cosa que una tapadera frente a una profunda insatisfacción. ¿Qué puede afectarme a mí, si mis cimientos están bien fundamentados, que otra persona se queje, se desanime, proteste o patalee? A lo más sentiré pena si me parece irreal, solidaridad si lo comparto, empatía si trato de entenderlo, entrega si trato de ser apoyo...pero ¿por qué habré yo de desanimarme o verme inmersa en esa queja si no es mía o no estoy insatisfecha?
Pero ¿insatisfacción con qué? Pues no sé, quizá con la propia vida, con la propia forma de ser, con los propios temores, con los seres queridos, con las propias limitaciones, con el pasado, con el presente, con todo a la vez y de forma inconsciente, con la propia insatisfacción, a saber...supongo que esto es como los gustos y los colores...
Tampoco es esto una crítica, tan solo un intento de comprender cuán grande es la insatisfacción en el mundo que me rodea cuando por todas partes poco menos que si se pudiera se haría boicot a toda persona "quejica", en lugar de acogerla, abrazarla y mimarla para darle nuevos horizontes y motivos que quizá no tenga.
Y, sin embargo, al mismo tiempo pienso en ti (querías verte reflejado y no sé si esta vez te reconozcas...) y me pregunto si simplemente eso es suficiente. ¿Cuántas veces nuestra forma de acoger, abrazar y mimar no se corresponden con las formas en que la otra persona espera ser acogida, abrazada y mimada? ¿Cuántas veces nuestras acogidas no son simples llamadas de atención, peticiones que al no ser respondidas quedan en el aire, nuestros abrazos no son achuchones erráticos que hieren más que agradan, y nuestros mimos no dejan más indiferentes que cercanos?
Y no se me ocurre otra cosa que intentar, intentar estar, intentar ser.
Y esperar... a recibir esa petición, esa llamada, que igual nunca llega, pero a la que no tenemos, no tengo, derecho a forzar ni a juzgar en caso de que nunca llegue.
Igual yo sí me merezco ese juicio, igual yo no parezco estar a la altura, pero soy de la mejor manera que creo poder ser, y pretendo acoger aún cuando no lo consiga.
No me espantan las insatisfacciones de nadie, creo que nunca, o muy pocas, lo han hecho, y por eso no las rehúyo, y trato de estimarlas, apreciarlas y amarlas más incluso que a las mías propias, que ya quisiera no tenerlas...quién sabe, algún día...continúa el deseo...
Pero ¿insatisfacción con qué? Pues no sé, quizá con la propia vida, con la propia forma de ser, con los propios temores, con los seres queridos, con las propias limitaciones, con el pasado, con el presente, con todo a la vez y de forma inconsciente, con la propia insatisfacción, a saber...supongo que esto es como los gustos y los colores...
Tampoco es esto una crítica, tan solo un intento de comprender cuán grande es la insatisfacción en el mundo que me rodea cuando por todas partes poco menos que si se pudiera se haría boicot a toda persona "quejica", en lugar de acogerla, abrazarla y mimarla para darle nuevos horizontes y motivos que quizá no tenga.
Y, sin embargo, al mismo tiempo pienso en ti (querías verte reflejado y no sé si esta vez te reconozcas...) y me pregunto si simplemente eso es suficiente. ¿Cuántas veces nuestra forma de acoger, abrazar y mimar no se corresponden con las formas en que la otra persona espera ser acogida, abrazada y mimada? ¿Cuántas veces nuestras acogidas no son simples llamadas de atención, peticiones que al no ser respondidas quedan en el aire, nuestros abrazos no son achuchones erráticos que hieren más que agradan, y nuestros mimos no dejan más indiferentes que cercanos?
Y no se me ocurre otra cosa que intentar, intentar estar, intentar ser.
Y esperar... a recibir esa petición, esa llamada, que igual nunca llega, pero a la que no tenemos, no tengo, derecho a forzar ni a juzgar en caso de que nunca llegue.
Igual yo sí me merezco ese juicio, igual yo no parezco estar a la altura, pero soy de la mejor manera que creo poder ser, y pretendo acoger aún cuando no lo consiga.
No me espantan las insatisfacciones de nadie, creo que nunca, o muy pocas, lo han hecho, y por eso no las rehúyo, y trato de estimarlas, apreciarlas y amarlas más incluso que a las mías propias, que ya quisiera no tenerlas...quién sabe, algún día...continúa el deseo...